viernes, 2 de septiembre de 2016

Ser una madre amish


La mujer amish vive una existencia de abnegación cristiana, sumisión al hombre y prolífica maternidad. Seguro que todas hemos oído hablar de este curioso grupo étnico-religioso que, en la nación más poderosa y tecnologizada del mundo, ha elegido llevar una vida detenida en el pasado… concretamente, en el siglo XIX. Una elección que nos transporta a cómo vivía la mujer alemana y suiza en aquellos tiempos, cuando no existía la lavadora, los suelos se fregaban con un paño húmedo de rodillas, los hijos venían al mundo en la cama matrimonial con escasa ayuda médica, y la mujer estaba supeditada al marido o al padre en todos los aspectos tanto legales como sociales y culturales.
Pero, ¿de dónde vienen y por qué han elegido vivir de esta forma? Los amish nacieron de una interpretación estricta que ciertos grupos cristianos hacían de la Biblia en Alemania y Suiza en el siglo XVI. Formaron iglesias anabaptistas y dos ramas reconocidas: los amish, seguidores de Jacob Amman, y los menonitas. Fueron perseguidos por sus denuncias de la corrupción en el seno de los estamentos eclesiásticos, y huyeron a Estados Unidos y Canadá en el siglo XIX, donde se establecieron formando pequeñas comunidades rurales aisladas que han mantenido su sistema de vida intacto desde su llegada. De hecho, se rigen por un sistema de normas no escrito llamado Ordnung, y hablan un dialecto alemán en casa y estudian el alemán en sus escuelas, utilizando el inglés sólo para relacionarse con el exterior (con los “ingleses”, como llaman a sus compatriotas estadounidenses).
¿Cómo se vive la maternidad entre los amish? Se trata de una cuestión muy seria, y todo el grupo se implica en la crianza de los niños, si bien las mujeres se dedican exclusivamente a ésta, así como a las labores domésticas (llevadas a cabo de forma totalmente manual, ya que cualquier forma de mecanización o tecnología moderna está prohibida), coser preciosas colchas de patchwork llamadas quilt y la elaboración de deliciosos platos y dulces que a menudo venden, tanto en tiendas y ferias como en restaurantes amish. La mujer amish debe cubrir su femineidad completamente, llevando un vestido largo sólo ceñido en la cintura de color gris o azul, y manteniendo su cabello cubierto por una capota o gorra de oración en todo momento.
Tanto niños como niñas asisten al colegio sólo hasta octavo grado estadounidense, es decir, hasta los 14 años, y luego ayudan al padre de su mismo sexo en las tareas que desarrolla.  Una educación más completa sólo podría hacerles “orgullosos”, en opinión de los amish. Las niñas juegan con muñecas sin cara, ya que, como aparece en la Biblia, “no te harás escultura ni imagen alguna…”. Además, las mujeres tienen prohibido el estudio de la Biblia.
A pesar de que cada comunidad amish sigue sus normas, existe un principio común a todas ellas: los amish no obligan a sus hijos a seguir su fe, sino que éstos son bautizados cuando son adultos. Es por ello que, a partir de los 16 años y hasta que se casan (o no) con otro amish, pasan por un periodo llamado Rumspringa (literalmente en alemán “correr fuera o alrededor”), en el que pueden experimentar con las nuevas tecnologías, las comodidades del mundo exterior, viajar e incluso beber alcohol y probar las drogas. Después, deciden si quieren ser plenamente amish, bautizarse y casarse, o por el contrario desean convertirse en norteamericanos al uso. Un 90% de estos jóvenes opta por llevar una existencia amish.
Una vez que los y las jóvenes han pasado a ser plenamente amish, lo primero es casarse con alguno de los integrantes de la comunidad en la que viven tras unas pocas y totalmente inocentes citas (algún baile de grupo, cánticos en la iglesia, incómodos paseos con una carabina…), e iniciar inmediatamente la multiplicación que pregonaba Jesucristo: las familias amish son las que más hijos tienen en EEUU, junto con los mormones: entre 8 y 10 hijos por pareja. La endogamia presente en estas comunidades está provocando un porcentaje creciente de problemas de consanguinidad en recién nacidos.
asta la boda, hombres y mujeres pueden cortarse el pelo y ellos van afeitados: después, las barbas crecerán sin ser cortadas (los bigotes son eliminados ya que se vinculan al ejército, por el que fueron perseguidos a su llegada a Norte América) y las mujeres dejarán crecer su melena hasta donde dicte la Naturaleza. Esto se debe a la modestia, humildad y prudencia que debe guiar sus vidas, donde nadie sea superior a otro: por ello se visten todos igual, y todos los miembros de la comunidad colaboran en tareas como construcción de graneros, siembra, recolección o cuidado de los niños.

Una vida de quietud, oración y bucólica actividad campestre que nos recuerda a la popular serie de los años ’70 “La casa de la pradera”, y que muchos escogen como el paraíso de inocencia y recogimiento cristiano que no encuentran en el “mundo real”.
Fuente
  • GoogleFotos
  •  http://mumsaroundtheworld.blogs.charhadas.com/2013/10/07/ser-una-madre-amish/



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